miércoles, 16 de octubre de 2013

Me llené de sueños.

Un día me llené el alma de sueños,
como quien guarda debajo del colchón los ahorros de toda una vida,
preparada y expectante por si algún día los fuera perdiendo uno tras otro, como quien tacha los días en el calendario, sabía, que al final, en mi pequeño rincón de fe, siempre tendría alguno esperándome. Una última bala en la recámara…
Un día de verano me llené de ilusión,
y ahí estabas tú, con ese gesto en la cara que solo te he visto ponerme a mí,
ése mismo que hace que mi corazón se encoja y que se me ensanche el alma –y con ella, los sueños-. Porque a veces, cuando tus ojos se clavan en mí, y tu sonrisa se ladea, tus pensamientos se convierten en el grito más alto. Al menos para mí. Y al final, solo quiero estar en tu cárcel, aunque suene extraño, es ese tipo de cárcel que se abre y se cierra desde dentro, una de la que no quieres salir…
Un día me llené de preocupaciones  y de inseguridades,
y tú te limitaste a no decir nada. Te empeñaste en hacerme reír,- y lo conseguiste-, en hacerme sonreír el alma -aún quedaban muchos sueños-, y también lo conseguiste. Y desde entonces supe que siempre estaré ahí para tirar de ti, y tu de mí, pero sin cuerdas, ni ataduras. Que un abrazo nuestro es el nudo más fuerte del marinero con más millas a sus espaldas. Y las inseguridades se fueron como cuando se disipa la espuma de las olas en la arena... y mi vida se llenó de certeza...
Un día me llené de miedos,
y me dijiste, -son las estrellas las que tienen miedo de ti, de que algún día te des cuenta de cuánto brillas en realidad, y las destierres para siempre- y entonces comprendí que tú para mí, siempre brillarías más que el sol. 
Un día me llené de generosidad,
y me hiciste ver que  el verdadero amor es generoso, porque da más oportunidades que las esperadas. Y desde entonces lo soy, porque la vida lo fue conmigo, con nosotros. Nos dio la oportunidad de encontrarnos, de tenernos, de perdernos y volvernos a encontrar… y por eso, tenemos que dar lo mejor de nosotros mismos, lo mejor que tenemos.
Un día me llené de “no”, de porqués y de peros,
y tu sonreíste y me dijiste -¿realmente importa?-
y desde entonces, nada importa más de lo que debería hacerlo, y a veces ni eso.
Ahora lo importante es llenarte de besos, soñar(te) despierta y hacerme un traje de caricias tuyas para los días más fríos. Porque de ti he aprendido que lo que importa es lo que queramos que importe.
Un día me llené de sonrisas,
y hubo quien comprendió que tenía la razón más poderosa para ser feliz.

Y así, entendí, que me había llenado de amor.
Y ahora, el único sueño guardado en mi alma es la ilusión de no quedarme vacía. El resto de sueños está a flor de piel, dónde deberían estar toda la vida. 

viernes, 11 de octubre de 2013

Sorpresas te da la vida, la vida te da sorpresas.

Anoche me acosté con la sensación de que hoy sería un día sorprendente. La mayoría de las noches intento dormirme así. Pensando en que mañana será un buen día, una nueva oportunidad, para hacer y deshacer, para soñar de nuevo, y para ilusionarme otra vez. Al fin y al cabo, tampoco iba muy desencaminada… pero el motivo por el que pensaba que sería sorprendente, dista mucho del motivo real. Resulta que anoche, mi novio me hizo creer que esta mañana estaría aquí, conmigo. Después de un par de gracias, me dijo que no, que era broma. Pero algo en mí quería creer que me estaba mintiendo, que de verdad estaba en el barco y que tenía que despedirse de mí porque perdería la conexión y no porque se fuera a dormir. Me acosté pensando en eso y por la mañana, muuucho antes de que sonara el despertador, ahí estaba yo, con mi nudo en el estomago, dándome cuenta de que él no me había llamado diciendo “nena, venme a buscar…” Así que sí, así empezó mi día, dándose las ilusiones de bruces contra mi colchón, pues aún seguí durmiendo, para reponerme de las penas claro…
Total, que una vez asumido, una vez reñido, (esas cosas no se hacen) y una vez superado, toca enfundarse el traje de faena e ir trabajar. A pesar de haberme levantado con esa extraña sensación de ilusión rota, allí estaba contenta. Me reí más que nunca con la gente y sabes eso de que cuando ves una serie o película, y cantan y bailan en mitad de una operación o de una clase de matemáticas, así como quien no quiere la cosa. Pues eso hice yo hoy. Animarme y bailar, y trabajar. Hasta que llegó la noche, y mi día sorprendente llegó, de la peor de las formas, en el peor momento… Lo cierto es que apenas me acuerdo de las palabras que usó, resuenan como aullidos a lo lejos y de vez en cuando, desordenadas:  REDUCCIÓN y PERSONAL. Ahí estaba yo, atónita, sin apenas acertar a decir: ¿es una broma no? Ella contestó que no y que lo sentía, pero yo sigo creyendo que la vida si me la está gastando, a mí, y a un montón de jóvenes, de esa generación que ya no es nini porque quiere, sino de ésa que lo es porque no nos dejan ser otra cosa. Ya pesan demasiado en mí todos los titulares leídos en los últimos años… gente que se va buscando una oportunidad, gente alejada de los suyos, a miles de kilómetros y sin una visión clara de cómo podrá ser su futuro. Son demasiados, simplemente, demasiados.
Incertidumbre, inseguridad, sin planes de futuro y sin saber si hoy estarás trabajando, y mañana de nuevo buscando ese tesoro escondido en lo más profundo del mar más angosto. Porque así son los trabajos de hoy en día. Un tesoro perdido, que muy pocos logran encontrar. El problema es que cuando te crees que ya lo tienes, te lo arrebatan de las manos, y ahí te das cuenta de que solo han jugado contigo. Solo eres un número más, y tu vida, tus problemas, tus necesidades, dan exactamente igual. También dan igual tus cualidades, tu formación, tu capacidad para el trabajo o tu habilidad. Aún siendo la mejor o el mejor, seguirás siendo un número. Uno reemplazable por otro que de más bonificaciones a la empresa, y cuando ese hay cumplido su cometido, vendrá otro. Y así, sucesivamente.
Pero bueno… hoy no. Eso es todo. Solo digo que hoy no.  Nos armaremos de tópicos hasta los dientes, “mañana será otro día” “habrá algo mejor” “mereces otra cosa” “así es la vida” o “lo mejor está por llegar”.

Y esto es lo que nos queda a los jóvenes, sí señores, recúbranse con esas palabras, hasta que estén dentro, muy muy dentro, y que realmente se las crean, pues creo que esta situación solo se superará con optimismo, con el pensamiento de que realmente las cosas cambiarán y que cada uno tenemos una oportunidad esperándonos. 

miércoles, 2 de octubre de 2013

Ahora o nunca.

¿Has pensado alguna vez en el futuro? Quizá, una mejor manera de preguntar sería si alguien no lo ha hecho. Pobre loco, diríamos. Pobre hombre, poco visionario. La que le espera. Sin planes. Sin porvenir. Porque es así, nosotros, los cuerdos, los que sí lo hacemos, solemos pensar que saber cómo será nuestro futuro nos ayudará. Aliviará el dolor, pues ya conocíamos qué podía pasarnos, habíamos barajado todas las posibles opciones y al final elegimos una, con sus pros y sus contras. Estabámos preparados para ello. Por otro lado, también nos ayudará a  llevar nuestra alegría de una manera más serena, más cuerda, pues también pensamos en esa posibilidad, nos visualizamos consiguiendo ese título, ese trabajo, esa persona. Así que al final, la primera vez que lo vives, es como si ya lo hubieras vivido. En tus sueños, en tu imaginación, fue realmente la primera. Aunque, dicen que nada es realmente como nos lo imaginamos. Siempre hay algo que varía, algo que lo hace mejor o peor, quién sabe, pero algo que se interpone o que nos facilita nuestra meta. Pero en definitiva, algo con lo que no contamos. Llamémosle azar, suerte, casualidad o quizá, destino. Y siento decir, que todas esas cartas no están en la baraja con la que nosotros jugamos a decidir y planificar nuestro destino. Así que sí, al final todo se trata de una pérdida soberana de tiempo.
Entonces, finalmente, un día… te das cuenta de que estás viviendo para otro. Sí, para otra persona. Tu yo del futuro. Y yo me pregunto,  ¿y tu yo del ahora? Los días pasan, tu vida es la que está pasando en este preciso instante. En cambio, siempre recurrimos a nuestro salvavidas, el famoso deporte del posponer. Pensamos que toda nuestra vida, nuestra nueva vida empezará después de esto, o después de lo otro. Cuando acabe la universidad, cuando haya vivido en el extranjero o cuando aprenda inglés. Pero en algún punto de ese extraño camino que vivimos para otro, abrimos los ojos, y es ahí dónde nos damos cuenta. Si pospongo esto una vez más, al final, no lo haré nunca. Ni ahora, ni el futuro. Y yo no sé tú, pero no quiero posponer mi vida. Quiero hacer las cosas que quiero hacer, y las quiero hacer ahora. Y lucharé por hacerlas. Y ¿sabés qué? No sé ni cómo, ni cuándo, y seguramente, tampoco puedo predecir dónde, ni con quién, pero las haré. No me importa cuánto me cueste, o cuánto tarde. Algún día trabajaré para lo que me he sacrificado 4 años, terminaré lo que he empezado hace dos, y al final, en algún momento del camino me sorprenderé manteniendo una conversación fluida en inglés, y quizá, en ese punto, vuelva a recordarme en mi cuarto, escribiendo estas palabras, y me ría. Ojalá sea así, pero tampoco lo voy a pensar más de una vez, no perderé de esa manera mi tiempo.
Es que, últimamente tengo la sensación de que si cierro los ojos más de dos segundos, si me regocijo en algún parpadeo más de la cuenta, me la voy a perder, la vida, digo. Y al final, eso solo lleva a un bucle, un bucle infinito, cuyo inicio no me acuerdo, y cuyo final aún no veo. Pero quizá el darse cuenta sea el primer paso, el primer paso del camino en convertirse en un loco más, y no en un obseso del control, del plan. Porque siempre pensamos que nos irá como queremos, que si hacemos lo que nos han dicho que hagamos, nos pasarán cosas buenas. Y no digo que no. Solo digo, que muchas veces, las cosas cuestan mucho más. Que de los sueños se vive, pero los sueños se alimentan de ganas, de ilusión, de sacrificio,  de pasión, de fortaleza, y de fuerza de voluntad. Y por qué no decirlo, del momento preciso. Así que quizá no es nuestro momento. Pero estoy segura de que algún día lo será. Y entonces, cuando eso suceda, me encantará mirar al pasado y saber que no simplemente me dediqué a esperar ese momento, me encantará darme cuenta de que viví, de que hice lo que quería, de que busqué alternativas,  y de que no me quedé esperando como quién espera en una estación de tren sin billete de ida. Sin saber, ni cuándo ni  a dónde.
¡Vive!

 Y hazlo ahora, pensando en el presente, no en el futuro, no en el pasado. Vive para ti, por ti. Y si tienes cosas en el tintero, o en el fondo de tu corazón, sácalas ¿qué van a hacer ahí?  Y si tienes oportunidades a la vista, pero te puede el miedo, vívelas, al fin y al cabo, ¿qué podrías perder? Como mucho ganarás, ganarás experiencia, sabiduría, serás más fuerte, irrompible quizá, y eso siempre te abrirá otra puerta, otra, que quizá, si será la tuya. Y sino es así, vuelve a empezar. Pero vive, haz lo que has dejado para mañana, para el próximo mes, o para el próximo año, porque tú también sabes, que quizá mañana ya sea tarde.