viernes, 11 de octubre de 2013

Sorpresas te da la vida, la vida te da sorpresas.

Anoche me acosté con la sensación de que hoy sería un día sorprendente. La mayoría de las noches intento dormirme así. Pensando en que mañana será un buen día, una nueva oportunidad, para hacer y deshacer, para soñar de nuevo, y para ilusionarme otra vez. Al fin y al cabo, tampoco iba muy desencaminada… pero el motivo por el que pensaba que sería sorprendente, dista mucho del motivo real. Resulta que anoche, mi novio me hizo creer que esta mañana estaría aquí, conmigo. Después de un par de gracias, me dijo que no, que era broma. Pero algo en mí quería creer que me estaba mintiendo, que de verdad estaba en el barco y que tenía que despedirse de mí porque perdería la conexión y no porque se fuera a dormir. Me acosté pensando en eso y por la mañana, muuucho antes de que sonara el despertador, ahí estaba yo, con mi nudo en el estomago, dándome cuenta de que él no me había llamado diciendo “nena, venme a buscar…” Así que sí, así empezó mi día, dándose las ilusiones de bruces contra mi colchón, pues aún seguí durmiendo, para reponerme de las penas claro…
Total, que una vez asumido, una vez reñido, (esas cosas no se hacen) y una vez superado, toca enfundarse el traje de faena e ir trabajar. A pesar de haberme levantado con esa extraña sensación de ilusión rota, allí estaba contenta. Me reí más que nunca con la gente y sabes eso de que cuando ves una serie o película, y cantan y bailan en mitad de una operación o de una clase de matemáticas, así como quien no quiere la cosa. Pues eso hice yo hoy. Animarme y bailar, y trabajar. Hasta que llegó la noche, y mi día sorprendente llegó, de la peor de las formas, en el peor momento… Lo cierto es que apenas me acuerdo de las palabras que usó, resuenan como aullidos a lo lejos y de vez en cuando, desordenadas:  REDUCCIÓN y PERSONAL. Ahí estaba yo, atónita, sin apenas acertar a decir: ¿es una broma no? Ella contestó que no y que lo sentía, pero yo sigo creyendo que la vida si me la está gastando, a mí, y a un montón de jóvenes, de esa generación que ya no es nini porque quiere, sino de ésa que lo es porque no nos dejan ser otra cosa. Ya pesan demasiado en mí todos los titulares leídos en los últimos años… gente que se va buscando una oportunidad, gente alejada de los suyos, a miles de kilómetros y sin una visión clara de cómo podrá ser su futuro. Son demasiados, simplemente, demasiados.
Incertidumbre, inseguridad, sin planes de futuro y sin saber si hoy estarás trabajando, y mañana de nuevo buscando ese tesoro escondido en lo más profundo del mar más angosto. Porque así son los trabajos de hoy en día. Un tesoro perdido, que muy pocos logran encontrar. El problema es que cuando te crees que ya lo tienes, te lo arrebatan de las manos, y ahí te das cuenta de que solo han jugado contigo. Solo eres un número más, y tu vida, tus problemas, tus necesidades, dan exactamente igual. También dan igual tus cualidades, tu formación, tu capacidad para el trabajo o tu habilidad. Aún siendo la mejor o el mejor, seguirás siendo un número. Uno reemplazable por otro que de más bonificaciones a la empresa, y cuando ese hay cumplido su cometido, vendrá otro. Y así, sucesivamente.
Pero bueno… hoy no. Eso es todo. Solo digo que hoy no.  Nos armaremos de tópicos hasta los dientes, “mañana será otro día” “habrá algo mejor” “mereces otra cosa” “así es la vida” o “lo mejor está por llegar”.

Y esto es lo que nos queda a los jóvenes, sí señores, recúbranse con esas palabras, hasta que estén dentro, muy muy dentro, y que realmente se las crean, pues creo que esta situación solo se superará con optimismo, con el pensamiento de que realmente las cosas cambiarán y que cada uno tenemos una oportunidad esperándonos. 

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