viernes, 22 de noviembre de 2013

Pesadilla

3pm 
He tenido un sueño, como diría aquel, aunque no le llamemos sueño porque ellos están hechos de cosas bonitas, irradian felicidad, constancia y lucha... Yo, yo más bien, he tenido una pesadilla. 

De repente estaba ahí, en mitad de la nada, un paraje que no había visto nunca antes, o quizá si, de lo que estoy segura es que jamás me habría parado a pensar en él si no lo hubiera soñado de esa manera.  

Recuerdo que yo no era yo, y no lo era en el sentido más estricto, por fuera seguía siendo la misma, pero tú ya no estabas. Así que yo, no era yo. ¿Me entiendes?  

Recuerdo que parecía primavera, había flores, como cuando tu las solías coger y con un gesto suave me las ponías detrás de la oreja, y acto seguido, apretabas el disparador una y mil veces, "para la posteridad" decías... ¿Y ahora? Eso es lo único que tenía yo, esos recuerdos de esos para siempres.  

Había mucho verde, como se ponen tus ojos cuando les da la luz de pleno, y que al final nunca sé a ciencia cierta si son azules, verdes o enamorables, porque eso es lo que haces. Enamoras indiscriminadamente, sin apuntar, pero al final, lanzas una bala, y como siempre, es certera.  

Recuerdo que hacia sol, pero los rayos no pasaban más allá de mi piel, y aunque la rozaban, era como si ya no hubiera nada que calentar dentro de mi. Seguía fría como el tempano, fría de esa manera en la que llega a doler. No quiero ni imaginar lo que es sentir ese tipo de frío en el órgano más vital de tu cuerpo, solo con soñarlo me arropaba más y más...
Ilusa de mi, como si eso pudiera llegar a calentar a aquélla en mitad del prado... 

Los rayos me daban en la cara y los ojos se me ponían de color que te hacía susurrarme "me encantan tus ojos" pero era como si en mi interior, jamás pudiera volver ni un rayito de luz, y que al final, daba la sensación, me acostumbraría a eso, o quizá ya lo había hecho a vivir así, en las tinieblas, en la oscuridad...  

Y ahí estaba yo, yo sin ti, y yo sin mi. Quieta, en mitad de un prado verde, con flores y con sol, pero con la mirada más triste que jamás pensé que podría ver en mi, y el corazón... ¿Qué decir del corazón? Que ni todo el pegamento del mundo podría arreglarlo, porque, y siento decirlo, cuando algo se rompe, lo puedes volver a recomponer, pero siempre hay pequeñas partes que se pierden, partes que se quedan en el olvido, y eso pienso que me pasó. Cuando observaba a esa que habitaba mi cuerpo en aquel prado, no podía parar de pensar que parecía que le habían robado pequeñas partes, y que nunca, y cuando digo nunca lo digo con la certeza de quien sabe que hoy es hoy y mañana es mañana, nunca volverían.  

Y mientras tanto yo, mi verdadero yo, dando vueltas y permitiéndose pataletas de niña en la cama en la madrugada, queriendo gritar tan alto como cuando sientes que te hablan en un día de resaca, con esa fuerza que se te mete en la cabeza y te retumba y te da la vuelta... Pues eso, quería gritar que era una maldita pesadilla, que cuando despertara (por favor despierta ya) todo iría bien. Volvería a ser yo. Volverían esas pequeñas partículas de mi que perdí en ese maldito sueño. Volvería a tener un corazón sano y entero, sin necesidad de superglu. Y volvería a poder soñar, soñar con ese prado, ese verde, esas flores... Soñar con tus ojos que enamoran y despiertan sonrisas, soñar con tus abrazos que son una experiencia indescriptible o soñar que te veía soñar, pero me faltarían adjetivos para describirlo... 


Si despertarse de esa pesadilla podría volver a soñarnos, pero esta vez, sin dolores ni desilusiones, y tampoco con la posibilidad que me atormenta de que un día, me encuentre en ese prado de verdad, y decida ponerme una flor en la oreja y mirar a la cámara y que tú no estés.

miércoles, 16 de octubre de 2013

Me llené de sueños.

Un día me llené el alma de sueños,
como quien guarda debajo del colchón los ahorros de toda una vida,
preparada y expectante por si algún día los fuera perdiendo uno tras otro, como quien tacha los días en el calendario, sabía, que al final, en mi pequeño rincón de fe, siempre tendría alguno esperándome. Una última bala en la recámara…
Un día de verano me llené de ilusión,
y ahí estabas tú, con ese gesto en la cara que solo te he visto ponerme a mí,
ése mismo que hace que mi corazón se encoja y que se me ensanche el alma –y con ella, los sueños-. Porque a veces, cuando tus ojos se clavan en mí, y tu sonrisa se ladea, tus pensamientos se convierten en el grito más alto. Al menos para mí. Y al final, solo quiero estar en tu cárcel, aunque suene extraño, es ese tipo de cárcel que se abre y se cierra desde dentro, una de la que no quieres salir…
Un día me llené de preocupaciones  y de inseguridades,
y tú te limitaste a no decir nada. Te empeñaste en hacerme reír,- y lo conseguiste-, en hacerme sonreír el alma -aún quedaban muchos sueños-, y también lo conseguiste. Y desde entonces supe que siempre estaré ahí para tirar de ti, y tu de mí, pero sin cuerdas, ni ataduras. Que un abrazo nuestro es el nudo más fuerte del marinero con más millas a sus espaldas. Y las inseguridades se fueron como cuando se disipa la espuma de las olas en la arena... y mi vida se llenó de certeza...
Un día me llené de miedos,
y me dijiste, -son las estrellas las que tienen miedo de ti, de que algún día te des cuenta de cuánto brillas en realidad, y las destierres para siempre- y entonces comprendí que tú para mí, siempre brillarías más que el sol. 
Un día me llené de generosidad,
y me hiciste ver que  el verdadero amor es generoso, porque da más oportunidades que las esperadas. Y desde entonces lo soy, porque la vida lo fue conmigo, con nosotros. Nos dio la oportunidad de encontrarnos, de tenernos, de perdernos y volvernos a encontrar… y por eso, tenemos que dar lo mejor de nosotros mismos, lo mejor que tenemos.
Un día me llené de “no”, de porqués y de peros,
y tu sonreíste y me dijiste -¿realmente importa?-
y desde entonces, nada importa más de lo que debería hacerlo, y a veces ni eso.
Ahora lo importante es llenarte de besos, soñar(te) despierta y hacerme un traje de caricias tuyas para los días más fríos. Porque de ti he aprendido que lo que importa es lo que queramos que importe.
Un día me llené de sonrisas,
y hubo quien comprendió que tenía la razón más poderosa para ser feliz.

Y así, entendí, que me había llenado de amor.
Y ahora, el único sueño guardado en mi alma es la ilusión de no quedarme vacía. El resto de sueños está a flor de piel, dónde deberían estar toda la vida. 

viernes, 11 de octubre de 2013

Sorpresas te da la vida, la vida te da sorpresas.

Anoche me acosté con la sensación de que hoy sería un día sorprendente. La mayoría de las noches intento dormirme así. Pensando en que mañana será un buen día, una nueva oportunidad, para hacer y deshacer, para soñar de nuevo, y para ilusionarme otra vez. Al fin y al cabo, tampoco iba muy desencaminada… pero el motivo por el que pensaba que sería sorprendente, dista mucho del motivo real. Resulta que anoche, mi novio me hizo creer que esta mañana estaría aquí, conmigo. Después de un par de gracias, me dijo que no, que era broma. Pero algo en mí quería creer que me estaba mintiendo, que de verdad estaba en el barco y que tenía que despedirse de mí porque perdería la conexión y no porque se fuera a dormir. Me acosté pensando en eso y por la mañana, muuucho antes de que sonara el despertador, ahí estaba yo, con mi nudo en el estomago, dándome cuenta de que él no me había llamado diciendo “nena, venme a buscar…” Así que sí, así empezó mi día, dándose las ilusiones de bruces contra mi colchón, pues aún seguí durmiendo, para reponerme de las penas claro…
Total, que una vez asumido, una vez reñido, (esas cosas no se hacen) y una vez superado, toca enfundarse el traje de faena e ir trabajar. A pesar de haberme levantado con esa extraña sensación de ilusión rota, allí estaba contenta. Me reí más que nunca con la gente y sabes eso de que cuando ves una serie o película, y cantan y bailan en mitad de una operación o de una clase de matemáticas, así como quien no quiere la cosa. Pues eso hice yo hoy. Animarme y bailar, y trabajar. Hasta que llegó la noche, y mi día sorprendente llegó, de la peor de las formas, en el peor momento… Lo cierto es que apenas me acuerdo de las palabras que usó, resuenan como aullidos a lo lejos y de vez en cuando, desordenadas:  REDUCCIÓN y PERSONAL. Ahí estaba yo, atónita, sin apenas acertar a decir: ¿es una broma no? Ella contestó que no y que lo sentía, pero yo sigo creyendo que la vida si me la está gastando, a mí, y a un montón de jóvenes, de esa generación que ya no es nini porque quiere, sino de ésa que lo es porque no nos dejan ser otra cosa. Ya pesan demasiado en mí todos los titulares leídos en los últimos años… gente que se va buscando una oportunidad, gente alejada de los suyos, a miles de kilómetros y sin una visión clara de cómo podrá ser su futuro. Son demasiados, simplemente, demasiados.
Incertidumbre, inseguridad, sin planes de futuro y sin saber si hoy estarás trabajando, y mañana de nuevo buscando ese tesoro escondido en lo más profundo del mar más angosto. Porque así son los trabajos de hoy en día. Un tesoro perdido, que muy pocos logran encontrar. El problema es que cuando te crees que ya lo tienes, te lo arrebatan de las manos, y ahí te das cuenta de que solo han jugado contigo. Solo eres un número más, y tu vida, tus problemas, tus necesidades, dan exactamente igual. También dan igual tus cualidades, tu formación, tu capacidad para el trabajo o tu habilidad. Aún siendo la mejor o el mejor, seguirás siendo un número. Uno reemplazable por otro que de más bonificaciones a la empresa, y cuando ese hay cumplido su cometido, vendrá otro. Y así, sucesivamente.
Pero bueno… hoy no. Eso es todo. Solo digo que hoy no.  Nos armaremos de tópicos hasta los dientes, “mañana será otro día” “habrá algo mejor” “mereces otra cosa” “así es la vida” o “lo mejor está por llegar”.

Y esto es lo que nos queda a los jóvenes, sí señores, recúbranse con esas palabras, hasta que estén dentro, muy muy dentro, y que realmente se las crean, pues creo que esta situación solo se superará con optimismo, con el pensamiento de que realmente las cosas cambiarán y que cada uno tenemos una oportunidad esperándonos. 

miércoles, 2 de octubre de 2013

Ahora o nunca.

¿Has pensado alguna vez en el futuro? Quizá, una mejor manera de preguntar sería si alguien no lo ha hecho. Pobre loco, diríamos. Pobre hombre, poco visionario. La que le espera. Sin planes. Sin porvenir. Porque es así, nosotros, los cuerdos, los que sí lo hacemos, solemos pensar que saber cómo será nuestro futuro nos ayudará. Aliviará el dolor, pues ya conocíamos qué podía pasarnos, habíamos barajado todas las posibles opciones y al final elegimos una, con sus pros y sus contras. Estabámos preparados para ello. Por otro lado, también nos ayudará a  llevar nuestra alegría de una manera más serena, más cuerda, pues también pensamos en esa posibilidad, nos visualizamos consiguiendo ese título, ese trabajo, esa persona. Así que al final, la primera vez que lo vives, es como si ya lo hubieras vivido. En tus sueños, en tu imaginación, fue realmente la primera. Aunque, dicen que nada es realmente como nos lo imaginamos. Siempre hay algo que varía, algo que lo hace mejor o peor, quién sabe, pero algo que se interpone o que nos facilita nuestra meta. Pero en definitiva, algo con lo que no contamos. Llamémosle azar, suerte, casualidad o quizá, destino. Y siento decir, que todas esas cartas no están en la baraja con la que nosotros jugamos a decidir y planificar nuestro destino. Así que sí, al final todo se trata de una pérdida soberana de tiempo.
Entonces, finalmente, un día… te das cuenta de que estás viviendo para otro. Sí, para otra persona. Tu yo del futuro. Y yo me pregunto,  ¿y tu yo del ahora? Los días pasan, tu vida es la que está pasando en este preciso instante. En cambio, siempre recurrimos a nuestro salvavidas, el famoso deporte del posponer. Pensamos que toda nuestra vida, nuestra nueva vida empezará después de esto, o después de lo otro. Cuando acabe la universidad, cuando haya vivido en el extranjero o cuando aprenda inglés. Pero en algún punto de ese extraño camino que vivimos para otro, abrimos los ojos, y es ahí dónde nos damos cuenta. Si pospongo esto una vez más, al final, no lo haré nunca. Ni ahora, ni el futuro. Y yo no sé tú, pero no quiero posponer mi vida. Quiero hacer las cosas que quiero hacer, y las quiero hacer ahora. Y lucharé por hacerlas. Y ¿sabés qué? No sé ni cómo, ni cuándo, y seguramente, tampoco puedo predecir dónde, ni con quién, pero las haré. No me importa cuánto me cueste, o cuánto tarde. Algún día trabajaré para lo que me he sacrificado 4 años, terminaré lo que he empezado hace dos, y al final, en algún momento del camino me sorprenderé manteniendo una conversación fluida en inglés, y quizá, en ese punto, vuelva a recordarme en mi cuarto, escribiendo estas palabras, y me ría. Ojalá sea así, pero tampoco lo voy a pensar más de una vez, no perderé de esa manera mi tiempo.
Es que, últimamente tengo la sensación de que si cierro los ojos más de dos segundos, si me regocijo en algún parpadeo más de la cuenta, me la voy a perder, la vida, digo. Y al final, eso solo lleva a un bucle, un bucle infinito, cuyo inicio no me acuerdo, y cuyo final aún no veo. Pero quizá el darse cuenta sea el primer paso, el primer paso del camino en convertirse en un loco más, y no en un obseso del control, del plan. Porque siempre pensamos que nos irá como queremos, que si hacemos lo que nos han dicho que hagamos, nos pasarán cosas buenas. Y no digo que no. Solo digo, que muchas veces, las cosas cuestan mucho más. Que de los sueños se vive, pero los sueños se alimentan de ganas, de ilusión, de sacrificio,  de pasión, de fortaleza, y de fuerza de voluntad. Y por qué no decirlo, del momento preciso. Así que quizá no es nuestro momento. Pero estoy segura de que algún día lo será. Y entonces, cuando eso suceda, me encantará mirar al pasado y saber que no simplemente me dediqué a esperar ese momento, me encantará darme cuenta de que viví, de que hice lo que quería, de que busqué alternativas,  y de que no me quedé esperando como quién espera en una estación de tren sin billete de ida. Sin saber, ni cuándo ni  a dónde.
¡Vive!

 Y hazlo ahora, pensando en el presente, no en el futuro, no en el pasado. Vive para ti, por ti. Y si tienes cosas en el tintero, o en el fondo de tu corazón, sácalas ¿qué van a hacer ahí?  Y si tienes oportunidades a la vista, pero te puede el miedo, vívelas, al fin y al cabo, ¿qué podrías perder? Como mucho ganarás, ganarás experiencia, sabiduría, serás más fuerte, irrompible quizá, y eso siempre te abrirá otra puerta, otra, que quizá, si será la tuya. Y sino es así, vuelve a empezar. Pero vive, haz lo que has dejado para mañana, para el próximo mes, o para el próximo año, porque tú también sabes, que quizá mañana ya sea tarde. 

sábado, 7 de septiembre de 2013

Todo y nada.

No son pocas las veces que intento enfrentarme a una página en blanco, y no, no hablo de emprender nuevas batallas en mi vida diaria, eso lo hago casi a diario. Es en sentido literal. El proceso comienza así, abro el ordenador, y de repente, me viene a la mente algo, algo de lo que quisiera escribir, así que allá voy. Abro esa página en blanco de la que hablaba, y entonces, ese algo se convierte en un todo, y es que eso me pasa, quiero escribir de todo y al final no escribo de nada.

Quiero hablar de la amistad, de una chica pequeñita, pero muy, muy grande. Quiero hablar del amor, de ese que te hace sentir segura, que te hace feliz. Quiero hablar de lo que se siente al tener a seres diminutos en tus brazos, pero con corazones grandes, pues, hoy en día, nadie regala nada, ni siquiera sonrisas y ellos lo hacen a todas horas. Quisiera hablar de mi vida ahora, del cambio, del pasado, de los sueños, de los que se hicieron realidad y de los que están por llegar, de los días de lluvia, y de los días de playa y nevera azul... Quiero hablar de los días en familia, en soledad, en penumbra o alegría... y al final no hablo de nada.

Es difícil. Y lo que un día fue fácil, ahora se hace cuesta arriba. Pero ya sabemos todos que las cosas no son siempre fáciles, ni son como esperamos muchas veces. Y yo, desde hace tiempo aprendí la lección... para acabar con la dificultad, con las piedras del camino, con los giros del destino, solo hay que sobreponerse. Sentir, pensar y decir en voz en alta, yo puedo. Así que, voy a hacerlo.

Hace poco fue mi cumpleaños, y una amiga, una de esas personas que siempre recordaré por detalles como este, me regaló un libro en blanco. My white book. El regalo venía con una especie de premisa... "sigue escribiendo". Puede que éste sea uno de mis propósitos de mi mes de cambios, septiembre.


jueves, 6 de junio de 2013

Carta a unos padres

"Abril florecía
frente a mi ventana.
Entre los jazmines 
y las rosas blancas 
de un balcón florido, 
vi las dos hermanas." 


Y aún hoy, después de más de 10 años, te imagino en la cocina recitando esos versos, poniendo énfasis, haciéndome reír y emocionándome como tú solo sabes. Y cada vez que los vuelvo a ver, me vienen a la mente tantos momentos en los que has compartido tu sabiduría, ésa que cada día me sorprende todavía más. Así como "el saber" sobre ti también lo hace. 
Sé a ciencia cierta que nunca dejarás de sorprenderme, pero cuando lo haces, siempre me parece increíble. Todas tus historias, tus vivencias, tu experiencia y tu lucha por tu familia, son lo que hace que te admire. El cómo te tomas las cosas, siempre con humor o buscando soluciones y la manera que tienes de alejarnos de las preocupaciones, son cualidades que deseo para mi, y que desde hace tiempo, intento trabajar. Y es que eso es lo que eres para mi, un modelo a seguir, un ejemplo de esfuerzo, valentía y sacrificio. Solo le pido a la vida que me deje disfrutar de ti siempre, porque no me quiero ni imaginar no poder levantar el teléfono y oír ese "holi hiji" tan nuestro. 

Y a ti mamá, ¿qué podría decirte que no haya hecho ya? Que lleve ya un rato emocionada, recordando nuestras largas en el sofá, diciendo que nos vamos a la cama ya, y alargándolo una y otra hora... Hablando de todo, de nimiedades o de cosas importantes, porque tu siempre estás. No hay un día en toda mi vida en el que te haya necesitado y no haya podido contar contigo. Y es que supongo que así son las madres. Pero no es cierto, hay madres de todo tipo, y yo no puedo imaginarme una mejor que tu. Eres mi otro referente en la vida y te echo de menos cada día. 

Pues eso, que hoy os echo de menos... Hace ya dos meses que no os veo, y se nota.

jueves, 9 de mayo de 2013

Todo importa

A veces, sentimos que el resto del mundo ya no nos importa, o que nosotros no le importamos a él, pero ¿sabes qué? Todo importa. Absolutamente todo. Ese “buenos días” o un simple ¿cómo estás? lo puede cambiar todo. Porque sí, tu vida puede cambiar muchas otras, para bien o para mal. Eres tú quien decide la manera en la que quiere contribuir al resto del mundo.

Porque a veces, lo más fácil es sentir que eres la única persona de la tierra que está luchando. Es sencillo abandonarse a ese sentimiento, y dejar de luchar. Sentirse insatisfecho, infeliz, estancado en el camino de la vida. Pero sabes qué, a veces solo hace falta encontrar a alguien o algo que haga que todo eso mejore, o simplemente encontrar la fuerza que sé que tienes. Y es así, de esa manera, en la que uno se aleja de la oscuridad y comienza a ver que la vida también es dulce, maravillosa e inesperada. Todos hemos necesitado alguna vez eso, sin darnos cuenta que está en nosotros mismos, el dar la mejor versión de nosotros mismos a los demás, a nuestra familia, a nuestros amigos, a nuestra pareja, influye. Tiene que influir.  

Todos necesitamos alguna vez a alguien que nos diga que no siempre será así. Que todo cambia, y que lo mejor está por venir. Solo falta que tú te des cuenta. Y que sepas que a pesar de la pérdida, del dolor, de la angustia, quizá, seas también afortunado. Porque si algo tiene la vida es que no puedes esperar certezas de ella, al igual que no sabes si pasará algo que la trunque, tampoco sabes en qué momento aparecerá el próximo milagro o el siguiente sueño por cumplir. Lo único que sé a ciencia cierta es que si te encierras en ti mismo, si construyes muros a tu alrededor, quizá nunca te pase nada malo, pero tampoco bueno. Eso no es vivir. Vivir es reír, es llorar, es sufrir, es disfrutar, es sentir, es enamorarse, es hacer cosas que no queremos porque si no, todo sería demasiado fácil. Y de lo fácil no se aprende, se aprende de la lucha, del coraje, del recomponerte cuando pensabas que no podías volver a romperte. Se aprende de un corazón roto o de una amistad perdida.  

Aún así, siempre habrá alguien que te quiera y te apoye, alguien en el que confiar y que te levante en los momentos más tristes. Solo falta que os encontréis si no lo habéis hecho ya. Estoy segura de que todos merecemos a alguien así en nuestras vidas. 

Y por eso, como todo importa, ¿tanto nos cuesta ser lo mejor que podamos ser? 

Graduada.


Hace cuatro años entre las cuatro paredes que hoy me rodean tomé una decisión, una de esas que ni aún hoy sé si fue la mejor o la peor. Lo que sí sé, es que no podría imaginarme otro camino para llegar hasta aquí, y mucho menos, uno en el que no conociese a quienes hoy comparten mis días.

Hoy sigo recorriendo ese camino que es mi vida, ése que parece que siempre tiene a determinadas personas dentro de su órbita, ése, que también se ha olvidado de otras tantas. Un camino en el que mantuve mis expectativas siempre cerca, como si fueran un tatuaje en la piel para no olvidarlas nunca. Dibujé sueños y mensajes en postis que adornaban las paredes de mi cuarto. Disfruté de cada momento de risa, me reí incluso de lo que quizá no era para reírse, y también lloré. Me quejé de las injusticias, de aquéllos profesores impresentables que aún hoy tienen el privilegio de formarnos, y de la cantidad de trabajos que había que hacer para terminar decorando la mesa del despacho de cualquier profesor. Aproveché los momentos libres y aprendí de aquéllos momentos de estrés. Escribí y escribí, atreviéndome a dejar que alguien me leyera hace no mucho. Se me quedaron grabadas ciertas cosas, como el sonríe, sonríe siempre. Y cambié. Maduré. Aprendí. Lloré. Sufrí. Disfruté. Reí. Y en esos momentos en los que parecía que todo iba a romperse en mil pedazos, me di cuenta de que muchas veces se aprende así, a marchas forzadas, con una lucha entre lo que quieres y lo que realmente sucede. 

Cambios y esas cosas que pasan...


De un tiempo a esta parte muchas cosas han cambiado. 

Me deshice de esa absurda manía de encender y apagar diez veces la luz antes de dormir. Dejé de lado la inoportuna costumbre de preocuparme siempre por todo. Olvidé esos días en los que no sonreía ni un solo minuto. Escaparon aquellos tiempos en los que solo daba y daba... Son lejanos ya esos enfados absurdos con quienes más quiero. Conseguí cerrar heridas que llevaban cicatrizando años. Y juré que en los malos momentos, intentaría acordarme de los buenos. 

Quizá encendía y apagaba aquella luz tantas veces porque esperaba que en uno de esos momentos oscuros, tú llenases de luz la habitación. Volvieras de aquello que yo conocía como "guerra" y trajeras la paz a nuestra casa. Quizá me preocupaba siempre por todo porque aprendí demasiado pronto que era mejor prevenir que curar. Quizá había días en los que sentía que era tan triste lo que pasaba que para qué iba a enseñar los dientes. Y seguramente dí de más a quién no tenía que dar nada.  También me costó años reconocer que soy de esas personas dinamita. Basta solo un comentario para encender mi mecha y que llegue la explosión. Si bien es cierto, solía ser cosa de minutos y con pocas víctimas, pero las hubo. Tardé, pero a base de tropiezos comprendí que era mejor contar hasta diez, tirar un vaso de agua fría y volver más tarde. Y finalmente, me he dado cuenta de que cada vez, las cosas duelen menos, siempre y cuando la manera en la que las recuerdes. Seguramente eso es lo que me ha fallado. Después de una conversación de madrugada hace algunos meses me dí cuenta de algo, algo que ya sabía pero siempre negué. Todo tiene dos caras, dos versiones, dos personas que lo viven. Dos.

Desde hace un tiempo a esta parte, vengo pensando que todo tiene un por qué. Algo que lo configura desde lo más hondo. Esto es así, porque en su día fue de esa manera. Creo que a las personas nos pasa igual. Siempre hay un detonante que nos hará comportarnos de una u otra forma, después, mantendremos esa opción hasta que algo o alguien se cruce en nuestro camino. En mi caso, recuerdo perfectamente el momento en el que pasó. Aunque no fue cosa de un instante. Era poco antes de verano, la fecha de volver a mi hogar se acercaba y estaba pletórica. No sabía que me esperaba, pero de lo que estaba segura era que pasase lo que pasase iba a estar bien. Nada de quejas, de llantos, de tonterías, de enfados, de preocupaciones... Sabía que iría a por todas. Y puede que fuera cosa del destino, ese verano se cruzó alguien en mi camino que me ayudó en ese cambio de rumbo. Él ya era así. Simplemente se divertía. Daba importancia a lo que la tenía y ayudaba a los demás a que la vida fuera más sencilla. Así que sí, se juntó un algo y un alguien que cambiaron mi vida.

Hoy en día estoy más que orgullosa, contenta. Me gusta levantarme cada día pensando que es mi día. Intento ilusionarme por lo que me toca hacer a pesar de que no siempre se presente de la manera más fácil. Y lo mejor de todo, olvidé las preocupaciones, las que nunca debieron serlo y las que lo son. Ya me preocuparé mañana.

De un tiempo a esta parte, muchas cosas han cambiado. Podrá cambiar mi visión del mundo una y mil veces, pero nunca los ojos con los que lo miro. 

Hermano.



Ir de la mano como en esta foto, y que nuestros caminos no hubieran sido paralelos, juntos pero nunca unidos. Quizá nunca hemos ido a ningún lado ni tan siquiera en paralelo. De lo que hoy estoy segura es que ni tú mismo entiendes los porqués de tantas cosas, pero ya han pasado varios años y cada día parece más lejano todo aquello. 

Siempre que me acuerdo de ti intento pensar en aquéllos años. Aquel tiempo en el que iba de tu mano a cualquier sitio, y en el que sabía que, si tú estabas allí, nada malo pasaría. Siempre me cuidaste, siempre me quisiste y lo sigues haciendo, aunque miles de kilómetros nos separen. Es imposible escribir esto sin llorar, quizá porque sé que nunca lo leerás y que nunca te lo diré. 

El paso de los años hace que logres ver todo con más perspectiva, y permíteme que yo me haya tomado unos cuantos para volver. Ojalá y a pesar de tener ya casi veintidós años, pudiera volver a agarrarme a ti y quererte. Quererte como siempre lo he hecho. 

Hoy ha sido un bonito día para recibir una bonita noticia. Supongo que nunca me olvidaré aquél día en el que supe que serías padre. En otro tiempo me hubiera costado imaginarte, aunque siempre he sabido que lo harías bien. Hoy, me apetece más que nunca verte, darte un abrazo y un beso. Me ha alegrado tanto el hablar contigo después de casi un año, que no sé como no se me ha ocurrido llamarte antes. Me siento tonta y egoísta, como todos aquellos años en los que no supe ser tu hermana. Me gustaría cambiarlo todo pero aprendí que no se puede, que lo que toca es olvidar y tender mi mano como cuando éramos pequeños. 

Tu hermana que te quiere. 

Marisol


Comienza un mes nuevo, después de otros tres que han pasado tan rápido como la caída de un niño por un tobogán. Igual que si fuéramos niños, también nosotros hemos tenido diversiones, euforia, cambios e incluso pequeñas preocupaciones. Siempre me gustó Abril. Quizá porque suelo volver a casa, o a lo mejor porque es un preámbulo de ese verano con el que parece que soñamos todo el año. Pero también puedo ir más allá, y pensar en que fue en este mes en el que nació una de las personas que más admiro. Nunca lo sabré, sólo sé que me gusta. 

Puede que incluso este año, lo disfrute más que nunca. Viene cargado de planes nuevos, pero de planes añorados y deseados. Y también comienza con muchos recuerdos. La vuelta a casa siempre trae consigo un reencuentro de todos en el que hablamos hasta las dos o las tres de la mañana. Nos reímos. Disfrutamos. Y son en esos momentos en los que conozco un poquito más a quiénes me trajeron al mundo. 

Puede que solo sean pequeños momentos, o frases que para otro sería insignificantes, pero para mí, se torna importante saber que, la muñeca que recuerdo conmigo desde los primeros años, lleva ropa del embarazo de mi madre, que su pelo es de lana de un abrigo suyo, o que nos echemos unas risas al pensar en por qué en aquella época la bauticé como Marisol. 

Seguir, seguir soñando...


Hacia ninguna parte, hacia ningún lugar. Que el sol te de en la cara y el horizonte parezca hecho para ti. Una bonita visión de lo que quieres que sea tu futuro, tu vida. Así me siento cuando voy pisando el asfalto, cuando voy viviendo, saltando los espacios y haciendo todo en línea recta, soñando lo que un día pasará, pensando en lo que un día pasó, y sobre todo, valorando cada día que puedo seguir, seguir soñando. 

Y caminar mientras  sueño pedacitos de ti. 

Paz.


Durante años decidí olvidar por voluntad propia. Eran esos recuerdos de momentos tan felices los que en la actualidad me hacían imaginar una y otra vez cómo sería volver a tenerlos. La felicidad se desvanecía cada día, mientras yo, cada noche, soñaba con volverte a ver. Fueron muchas las cosas que se sucedieron como si de un amargo giro del destino se tratase, y aun hoy, recuerdo la primera vez que me senté a escribir, aquella noche en la que asumí que tendría que despedirme con lo que tuve más a mano, que por desgracia, no eran tus abrazos. Rellené varios posits porque estaba claro que en uno solo no encontré desahogo. Esa misma noche supe que las cosas cambiarían, aunque quizá ya lo habían hecho años atrás pero yo me negué a verlo. Sé que guardáis mi despedida imaginando que no fuera real, que no hubiera ocurrido. 


Cuando era pequeña dedicaba más tiempo a pensar en cómo sería mi vida teniéndoos que viviéndola de verdad. Es curioso cómo, con el paso de los años, ya no escribo posits, y ya no sufro por no disfrutaros, o al menos eso digo. Ejerzo el olvido por voluntad propia y aún así daña al corazón.

Por eso hoy a las 7:39 de la mañana de un sábado, tirada en la cama del que siempre ha sido y será mi hogar, te siento al lado y me da un vuelco. Es una mezcla de alegría y tristeza, aunque esta última sea por momentos. A pesar de verte, imagino todos los días que no pude estar ahí, y por minutos que se esfuman igual que lo hace una lágrima al caer en la arena, odio el destino, el paso del tiempo, la profesión que nos ha llevado por medio mundo, -solo por un instante- odio como pasaron las cosas. Pero es eso, solo un instante que se desvanece en mi pestañeo. Han sido años de reflexión en los que no busqué culpable. Nunca supe que pasó y lo más probable es que nunca quiera -ni pueda- saberlo.

La vida nos ha llevado siempre por caminos diferentes, quizá paralelos, como una extraña broma de nuestro sino. Yo soñaba, hasta que dejé de hacerlo. Comprendí que de esa forma solo sufría, y supe inmediatamente que la vida no estaba para eso. Aprendí a recordar con cariño y a dejar de anhelar. Intuí que la felicidad no reside en un solo sitio, que la puedo encontrar en cualquier pequeño rincón, y que probablemente, esté en el lugar más recóndito. Discerní entre el rencor y el amor, y no hubo espacio para el titubeo. Y así, poco a poco hice mi camino, no sin echaros de menos, no sin sentir que faltaba algo, pero siempre apoyándome en lo que sí tenía. Ese sendero que recorrí, y que sigo recorriendo, nunca ha dejado de ir paralelo a vosotros y aunque puede que tardemos en encontramos, lucharemos por encontrar esa vereda que nos lleve a envolvernos.

Hoy por hoy solo pienso en no tener que despedirme de ti con una nota bañada por las lágrimas, solo pienso en que ojalá no me sienta una extraña al lado de una de mis personas favoritas, solo pienso en poder disfrutar de eso a lo que se llama familia.
Y qué esta no solo seáis vosotros. Lo único que hoy importa es eso, eso que sentí cuando estábamos todos juntos, las risas que compartimos y las esperanzas que nos unen a pesar de todo. 

A veces pensamos que algo es imposible, 

e incluso nos otorgamos el don de la predicción, 
pero una vez más,  la realidad va un paso por delante