jueves, 9 de mayo de 2013

Cambios y esas cosas que pasan...


De un tiempo a esta parte muchas cosas han cambiado. 

Me deshice de esa absurda manía de encender y apagar diez veces la luz antes de dormir. Dejé de lado la inoportuna costumbre de preocuparme siempre por todo. Olvidé esos días en los que no sonreía ni un solo minuto. Escaparon aquellos tiempos en los que solo daba y daba... Son lejanos ya esos enfados absurdos con quienes más quiero. Conseguí cerrar heridas que llevaban cicatrizando años. Y juré que en los malos momentos, intentaría acordarme de los buenos. 

Quizá encendía y apagaba aquella luz tantas veces porque esperaba que en uno de esos momentos oscuros, tú llenases de luz la habitación. Volvieras de aquello que yo conocía como "guerra" y trajeras la paz a nuestra casa. Quizá me preocupaba siempre por todo porque aprendí demasiado pronto que era mejor prevenir que curar. Quizá había días en los que sentía que era tan triste lo que pasaba que para qué iba a enseñar los dientes. Y seguramente dí de más a quién no tenía que dar nada.  También me costó años reconocer que soy de esas personas dinamita. Basta solo un comentario para encender mi mecha y que llegue la explosión. Si bien es cierto, solía ser cosa de minutos y con pocas víctimas, pero las hubo. Tardé, pero a base de tropiezos comprendí que era mejor contar hasta diez, tirar un vaso de agua fría y volver más tarde. Y finalmente, me he dado cuenta de que cada vez, las cosas duelen menos, siempre y cuando la manera en la que las recuerdes. Seguramente eso es lo que me ha fallado. Después de una conversación de madrugada hace algunos meses me dí cuenta de algo, algo que ya sabía pero siempre negué. Todo tiene dos caras, dos versiones, dos personas que lo viven. Dos.

Desde hace un tiempo a esta parte, vengo pensando que todo tiene un por qué. Algo que lo configura desde lo más hondo. Esto es así, porque en su día fue de esa manera. Creo que a las personas nos pasa igual. Siempre hay un detonante que nos hará comportarnos de una u otra forma, después, mantendremos esa opción hasta que algo o alguien se cruce en nuestro camino. En mi caso, recuerdo perfectamente el momento en el que pasó. Aunque no fue cosa de un instante. Era poco antes de verano, la fecha de volver a mi hogar se acercaba y estaba pletórica. No sabía que me esperaba, pero de lo que estaba segura era que pasase lo que pasase iba a estar bien. Nada de quejas, de llantos, de tonterías, de enfados, de preocupaciones... Sabía que iría a por todas. Y puede que fuera cosa del destino, ese verano se cruzó alguien en mi camino que me ayudó en ese cambio de rumbo. Él ya era así. Simplemente se divertía. Daba importancia a lo que la tenía y ayudaba a los demás a que la vida fuera más sencilla. Así que sí, se juntó un algo y un alguien que cambiaron mi vida.

Hoy en día estoy más que orgullosa, contenta. Me gusta levantarme cada día pensando que es mi día. Intento ilusionarme por lo que me toca hacer a pesar de que no siempre se presente de la manera más fácil. Y lo mejor de todo, olvidé las preocupaciones, las que nunca debieron serlo y las que lo son. Ya me preocuparé mañana.

De un tiempo a esta parte, muchas cosas han cambiado. Podrá cambiar mi visión del mundo una y mil veces, pero nunca los ojos con los que lo miro. 

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